Llorar es bueno.
Quizás haya gente que se sorprenda al leer esto. No hacemos más que
recibir por medio de la publicidad imágenes, frases y libros que abogan
continuamente por sentimientos placenteros, ser feliz…. Y claro, todo eso está
muy bien, pero es bastante irreal. Nadie puede estar feliz todo el día. Y en
esta intensa búsqueda de querer sentirnos bien continuamente no hacemos más que
aumentar nuestra inquietud y nuestra frustración. Y es que parece que estamos
en una cultura en la que tolerar sentimientos displacenteros no se contempla. A
menudo oigo en mi consulta frases como: “a nadie le gusta tener a su lado a
alguien que lo está pasando mal”, “mis amigos me dicen que no llore”, “llorar
es de débiles”…
Creo que en esto de la búsqueda de la felicidad nos hemos
vuelto todos un poco locos. Y es que nos olvidamos que una cosa no existe sin
la otra: para poder ser felices (y recordemos que la felicidad es por momentos,
no es un estado) también hay que aceptar que hay veces en las que uno está
triste. Es parte de la vida, nos guste o no. Que cuando quiero a alguien y se
va de mi lado, duele. Que duele cuando se rompen mis ilusiones. Duele cuando me
tengo que separar de amigos, familia o compañeros de trabajo por diferentes
circunstancias… y el dolor, no es algo malo, no es negativo. El dolor es lo que
me indica que eso que he perdido era IMPORTANTE para mí. Que tenía sentido para
mí, que me hacía sentir bien, me impulsaba.
Nacemos llorando. Es así. Es el primer contacto que tenemos
con el mundo. Y es sano y saludable. El llanto es el que permite al bebé
comunicarse con la madre para decirle que algo le ocurre. Permite obtener
su cuidado y su atención, su alimento,
su compañía, su cariño.
Los niños lloran. Cuando se caen, cuando se rompe su juguete
favorito, cuando no pueden ir a algo que desean mucho… No tienen problemas en
reconocer que eso era importante para ellos y que les duele.
Sin embargo, parece que cuando llegamos a la edad adulta
mucha gente empieza a interiorizar que llorar es algo malo. Tendemos a racionalizar todo y a quitarle
importancia a las cosas, a lo que sucede, para que no nos duela. Nos
DESCONECTAMOS de nosotros mismos y de estos sentimientos. O los tapamos,
llenándonos de…. Compras, comidas, dulces, sexo… para no sentir el dolor.
Es cierto que hay gente que le incomoda tener a su lado a
alguien que lo está pasando mal. Pero eso es porque ellos mismos tienen
problemas para reconocer y poder sostener este sentimiento.
Una persona sana no tiene este problema. Es verdad que no es
agradable sentir dolor, sentirse triste. Pero nos hace humanos. Y nos conecta
como personas. No haya nada que una más que dos personas que se encuentran
cuando lo están pasando mal y encuentran un apoyo en el otro. Y apoyar no es
hacerse cargo. No voy a solucionar tu vida, pero sí vas a saber que cuentas
conmigo y que te acompañaré en este trance. Basta con estar ahí, con escuchar, un abrazo, una mirada o una palabra son suficientes.
Poder llorar alivia. Es terapéutico. Cuando no lo hacemos enfermamos. Nos ayuda a soltar tensión acumulada.
Nos permite poder soltar y confiar en que no pasa nada porque me sienta así.
Sólo cuando lloramos lo que nos duele, podemos vaciarnos para poder después
volver a llenarnos con aquello que nos hace feliz.
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