lunes, 30 de abril de 2018

Creencias que dificultan las relaciones de pareja



Hay creencias (sociales, culturales o familiares) que damos como ciertas cuando no tienen por qué ser así.
Vamos a analizar algunas de estas creencias que dificultan el bienestar en las relaciones de pareja:

  •          En la pareja todo se debe hacer juntos. Es importante que haya tiempo y actividades para hacer cosas en común, pero también para que cada uno tenga sus espacios individuales ya que cierta autonomía es necesaria.
  •           El enamoramiento tiene que durar toda la relación. El enamoramiento es sólo la parte inicial, después se convertirá si la pareja continúa, hacia un amor más estable, más seguro y más maduro.
  •          Idea de amor incondicional en la pareja. No posible que nuestra pareja nos acepte todo y que nos de todo, ya que cada uno tenemos nuestras propias necesidades.
  •         La pareja tiene que cumplir nuestros sueños y necesidades. No sólo es irreal, sino que sería una carga. Sólo uno mismo es el responsable de cumplir sus propios sueños y satisfacer sus necesidades.
  •          En la pareja todo se debe hacer  a partes iguales. Aunque el cambio hacia la repartición de roles y tareas es positivo, hay que saber flexibilizar en relación a las necesidades y preferencias de cada pareja.


  •           Tener un hijo para solucionar los problemas de pareja: cuando la pareja no va bien, tener un hijo agrava los problemas y se vive como una carga.
  •          Mi pareja debería saber lo que pienso, si no es que no me quiere.  Es responsabilidad de cada uno aprender a comunicarse, a hablar y a pedir, no podemos delegar esa carga en la pareja en nombre del “amor” porque el otro ni es adivino, ni le corresponde.
  •           "Un matrimonio infeliz es mejor que un hogar roto": Esta creencia causa mucho sufrimiento. Cuando no hay amor, lo mejor es separarse.  Cargar a los hijos con la responsabilidad de seguir en una pareja en la que no quiero estar, es además de injusto una utilización de los hijos para mantener “unida” la familia.  Es preferible una separación de común acuerdo en las mejores condiciones posibles.
  •          “Por amor puedo cambiar a mi pareja y ayudarla a mejorar”. Nadie tiene ni la capacidad ni el derecho a cambiar a otro, cualquier intento por hacer esto provocará el enfado por parte de la pareja y una acentuación de aquellos aspectos que se quieran cambiar.
  •           Los polos opuestos se atraen.  Aunque algunas diferencias son enriquecedoras, para que una relación funcione tiene que haber más similitudes que diferencias, ya que si no serán generadoras de grandes fuentes de conflicto en la relación.

  •       Debes saber cómo satisfacer a tu pareja. La comunicación es algo esencial, y por mucho que quieras a tu pareja, es necesario hablar para saber qué le gusta y que no,  no podemos adivinar y cada persona es un mundo, con sus gustos y preferencias.
  •      No se deben tener fantasías sexuales:  son un elemento básico en el deseo y la sexualidad. Uno decide si compartirlas o no, y compartirlas no quiere decir tener que realizarlas necesariamente. 
  •          El hombre debe tomar la iniciativa en las relaciones sexuales: Las mujeres también  tienen la libertad de tomar la iniciativa, no tiene porqué partir siempre del  hombre.
  •           El hombre debe estar siempre preparado para una relación sexual: El hombre también puede decir “no” sin que por eso se vea afectado su “masculinidad”. Esta creencia provoca muchos problemas  de disfunciones sexuales masculinas dada la exigencia que lleva implícita.
  •          La mujer no puede tomar la iniciativa sino quiere ser tachada de “mala”: Una sexualidad sana en las mujeres es aquella en la que se puede manifestar el deseo  y tomar la iniciativa.



  •           La masturbación en la pareja como sinónimo de conflicto en las parejas: Hay quien piensa que por el hecho de tener pareja la masturbación no debería practicarse, y que lo ven como una amenaza a la relación. La masturbación pertenece a la esfera de lo individual, y puede ser compartida o no con la pareja.  Es una opción más de enriquecer nuestra sexualidad. Quien es capaz de disfrutar de su propio cuerpo también disfrutará más de las relaciones sexuales con la pareja.
  •           La masturbación es algo malo: Es algo necesario  y sano para el desarrollo psicosexual de cualquier persona.
  •       Las relaciones sexuales deben acabar en coito. Esto reduciría mucho  la amplitud y variedad de conductas sexuales de las que se puede disfrutar sin llegar necesariamente al coito. Además, tener la libertad de poder disfrutar de besos, caricias, juegos, sin que “el fin” tenga porqué ser el coito, ayuda a la pareja a disfrutar más de la sexualidad y el afecto de una forma más libre.


           Aprender a cuestionar estas ideas y creencias os ayudarán a vivir vuestra pareja y vuestra sexualidad de una forma más satisfactoria.

                                                                           









lunes, 5 de febrero de 2018

No aplaces Tu Felicidad



A menudo mucha gente se dice a sí misma: seré feliz cuando tenga un coche, una casa, una pareja, otro trabajo… Vamos aplazando nuestra felicidad supeditándola a conseguir algo o a alguien… y el tema está en que, a menudo, cuando lo conseguimos seguimos sin sentirnos bien.
El momento de sentirte a gusto con tu vida no es en el futuro, sino el presente.  
¿Te has parado a pensar alguna vez la cantidad de tiempo que dedicamos pensando en lo que no tenemos, en lo que nos han hecho, en las cosas que no van bien, en quejarnos…? ¿Qué tal sería si cambiamos el foco de atención hacia lo que sí tenemos? ¿Qué tal sería si invirtiéramos más energía a alegrarnos por lo que hemos conseguido, por tener amigos, familia, un sitio donde vivir…  ¿Cómo te sentirías si en lugar de dedicarte a lamentarte enfocas tu energía a buscar soluciones y cambiar aquello que no te gusta?


Algunas claves que te pueden ayudar en tu día a día a sentirte mejor son las siguientes:
  •           No te preocupes por lo que piensan los demás de ti, preocúpate por lo que piensas tú de ti.
  •           Cuida el lenguaje con el que te hablas a ti mismo: a menudo somos mucho más críticos, duros e inflexibles con nosotros mismos que  con los demás. Trátate como si fueras tu mejor amigo.
  •          Limita los pensamientos negativos: no podemos evitar tenerlos, ya que el pensamiento es libre. Nos generan angustia y malestar. Pero sí podemos no quedarnos navegando en ellos, así que cuando venga un pensamiento negativo, déjalo ir, y piensa en cualquier recuerdo de tu vida que haya sido agradable.
  •           Háblate con mensajes positivos a diario, sobre tus logros y tus capacidades.
  •           Invierte más tiempo en cosas que te hagan sentir bien. A menudo escucho la frase de "me faltan horas en el día”… párate y piensa en qué estas invirtiendo tu tiempo. Todos tenemos el mismo, la cuestión está en qué usas el tuyo. Revisa cuál es tu lista de prioridades y si puedes hacer algún cambio en la misma para sacar más tiempo para aquello que te hace sentir bien.
  •           Pasa más tiempo con aquellas personas que te animan, con las que te sientes bien y limita el que pasas con aquellos que continuamente están quejándose o que te desmotivan para cumplir tus sueños. 
  •          Haz de tu hogar un lugar agradable para ti: los colores, los objetos que nos rodean, tener cierto orden… poner orden y un ambiente agradable por fuera te ayudará a sentirte mejor por dentro.
  •          Cuida tu aspecto y tu modo de vestir.  Verte mejor por fuera también te ayuda a sentirte mejor por dentro.


Aunque el dinero es necesario para vivir, las cosas que más importan no se compran con dinero. Así que deja de ponerte escusas y empieza a hacer los cambios que necesites porque vivir tu vida de la mejor forma posible es tu mayor responsabilidad.


lunes, 7 de agosto de 2017

El placer de ayudar

Vivimos en una sociedad en la que continuamente se vende el consumismo y el tratar de destacar, de tener lo mejor para ser más feliz. Sin embargo la realidad nos indica más bien lo contrario: el ayudar a otros nos hace más felices, algo que ya se sabía en la cultura popular y que se confirma también por numerosos estudiosos.

Aquellas personas que tratan de destacar, con el coche más caro, la casa más grande, el más brillante de la fiesta… en el fondo se esconde un vacío, una  insatisfacción que se trata de llenar con cosas materiales, que durante un tiempo puede llenar superficialmente con el placer momentáneo que eso les aporta, pero que en seguida necesitarán de otras porque perderán su valor, y porque en el fondo no se pueden llenar los vacíos emocionales con cosas materiales.

No es de extrañar que una de las cosas que predican las religiones sea justamente la de ayudar al prójimo. En el acto de ayudar, nos salimos de nuestro propio egocentrismo, dejando el “yo” que tanto está en boga a un lado, para poder ver el “tú”, “los otros”.  Por eso muchas personas practican algún tipo de voluntariado, y otras, simplemente lo hacen en su día a día con las personas que les rodean. Ayudar a los demás es algo que nos ayuda a sentirnos bien, poder hacer sonreír a otra persona, aliviar un poco su sufrimiento, compartir… nos ayuda a sentirnos más cercanos y también más útiles con nosotros mismos, alimentando nuestra autoestima.


En este hermoso cuento se refleja el valor que tiene compartir, y de que la felicidad se multiplica cuando compartimos y cooperamos, cuando comenzamos a ver y a valorar un nosotros, en lugar del “yo” contra el “tú”:

Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas. Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron juntos a disfrutar del premio. Cuando él les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, le respondieron: UBUNTU, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?


Ubuntu es un principio africano que nos recuerda el valor de la empatía, la humildad, y la solidaridad. “Yo soy lo que soy en función de lo que lo que somos”, una comunidad. 

jueves, 6 de abril de 2017

Psicoterapia y nuestra vida diaria: desmontando ideales y exigencias




Aunque  por suerte esto está cambiando, sigue existiendo cierto prejuicio social sobre el hecho de ir a un psicólogo, como si fuera algo negativo, “uno estuviera loco” o tuviera algo que esconder y que es mejor que nadie lo sepa porque “le mirarían raro”.
Cada vez son más las personas que han podido cuestionar esta antigua creencia (es verdad que hace años la importancia dela salud mental no estaba tan extendida como ahora y la gente sólo se planteaba ir terapia cuando hay una dificultades muy serias y que se venían sufriendo durante mucho tiempo, causando  graves problemas  tanto para el paciente como la familia. 
Sin embargo a día de hoy hemos ido cambiando nuestro concepto sobre salud, y al igual que nadie se cuestiona sobre la necesidad de cuidar su cuerpo, la  alimentación, hacer ejercicio y poder ir al médico, cuando a uno le duele el alma, cada vez resulta más sencillo poder plantearse ir a terapia cuando a uno en lugar de dolerle el cuerpo, lo que le duele es la salud mental: ya sea por sufrimientos y dificultades con relaciones importantes para uno (familia, pareja, amigos…), por problemas con el trabajo o por otra serie de circunstancias. 

A día de hoy los principales problemas que aquejan a la gente tienen que ver con la ansiedad y depresión. Vivimos en una sociedad que dado el estilo de vida, los estándares de “éxito social” que se nos han impuesto, cualquier persona en algún momento de su vida puede pasar por uno u otro , especialmente si  hay dificultades externas que provocan cambios significativos (pérdida de trabajo, ruptura de un matrimonio, cambios de país…).

Por centrarnos por ejemplo en el modelo de mujer actual: imagínate por un momento que tienes que responder al ideal (palabra, que ya lo dice su propia definición, es algo que es inalcanzable porque está fuera de la realidad). Los modelos actuales a los que una mujer hoy en día se ve sometida son: ser una gran profesional, buena pareja, ser atractiva, vestir bien, verse siempre joven, tener un buen cuerpo, ser una buena madre, tener tiempo para una misma. Y ahora imagina que eres profesional, madre, esposa y mujer, y tienes que responder ante esos modelos (trabajar , cuidar a tus hijos, disfrutar con tu pareja, ir al gimnasio,  a clases de baile, y realizar las tareas domésticas que te correspondan … que siendo sinceras,  en general queda aún mucho por hacer para que sea algo que realmente esté equilibrado  en la repartición de tareas)
No sé al resto, pero a mí personalmente sólo el hecho de pensarlo ya me resulta agotador.
¿Qué es lo ocurre? Que queremos acceder a un modelo de mujer irreal, y es que nadie, por muy superwoman que sea, puede acceder sin perder su salud mental en el intento, a hacer todo es que se supone que debemos hacer para ser una “mujer actual, completa y realizada”. Y es que lo que hay plantearse es que es imposible, para poder acceder a unas cosas, tengo que renunciar a otras, y renunciar no es algo malo. A lo que tengo que renunciar principalmente es al deseo que ser esa mujer ideal, y poder permitirme ser una mujer sin más. Una mujer que puede tener un trabajo, que no tiene porqué ser una madre perfecta sino simplemente madre y cuidar de sus hijos lo mejor que sepa, que a veces va a tener tiempo para unas cosas y no para otras, y que eso a veces puede resultar frustrante, pero cuando se aprende a gestionar, resulta muy liberador y gratificante.. .“bien!!! Puedo permitirme ser yo sin más, sin culparme, sin fustigarme, sin criticarme,porque a veces tengo mi casa hecha un poco desastre, o porque no he tenido tiempo para hacer ese curso que me gustaría”.



No digo que en la renuncia haya que renunciar a cosas importantes, claro que está bien que queramos y podamos hacer aquello que queremos, pero eso sí, de una manera realista y con cierta objetividad.
Porque si nos centramos en querer acceder a todos esos ideales, y además querer abarcarlos todos, la ansiedad, la frustración y el bajo ánimo por no poder llegar, estarán garantizados, y muy probablemente te pierdas incluso de poder disfrutar de aquellas parcelas de tu vida que podrían ser gratificantes para ti si aprendieras a relajar un poco esa autoexigencia.

Permítete, simplemente, cuestionarte estas ideas, e ir escogiendo aquellas que más se ajusten a ti, en lugar de tratar de ajustarte a un cajón estandarizado. En resumen, permítete disfrutar de ser TÚ MISMO, con las limitaciones y las imperfecciones que todos tenemos, y por supuesto, con todas tus virtudes. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Llorar es sano


Llorar es bueno.  Quizás haya gente que se sorprenda al leer esto. No hacemos más que recibir por medio de la publicidad imágenes, frases y libros que abogan continuamente por sentimientos placenteros, ser feliz…. Y claro, todo eso está muy bien, pero es bastante irreal. Nadie puede estar feliz todo el día. Y en esta intensa búsqueda de querer sentirnos bien continuamente no hacemos más que aumentar nuestra inquietud y nuestra frustración. Y es que parece que estamos en una cultura en la que tolerar sentimientos displacenteros no se contempla. A menudo oigo en mi consulta frases como: “a nadie le gusta tener a su lado a alguien que lo está pasando mal”, “mis amigos me dicen que no llore”, “llorar es de débiles”…



Creo que en esto de la búsqueda de la felicidad nos hemos vuelto todos un poco locos. Y es que nos olvidamos que una cosa no existe sin la otra: para poder ser felices (y recordemos que la felicidad es por momentos, no es un estado) también hay que aceptar que hay veces en las que uno está triste. Es parte de la vida, nos guste o no. Que cuando quiero a alguien y se va de mi lado, duele. Que duele cuando se rompen mis ilusiones. Duele cuando me tengo que separar de amigos, familia o compañeros de trabajo por diferentes circunstancias… y el dolor, no es algo malo, no es negativo. El dolor es lo que me indica que eso que he perdido era IMPORTANTE para mí. Que tenía sentido para mí, que me hacía sentir bien, me impulsaba.


Nacemos llorando. Es así. Es el primer contacto que tenemos con el mundo. Y es sano y saludable. El llanto es el que permite al bebé comunicarse con la madre para decirle que algo le ocurre. Permite obtener su  cuidado y su atención, su alimento, su compañía, su cariño.
Los niños lloran. Cuando se caen, cuando se rompe su juguete favorito, cuando no pueden ir a algo que desean mucho… No tienen problemas en reconocer que eso era importante para ellos y que les duele.



Sin embargo, parece que cuando llegamos a la edad adulta mucha gente empieza a interiorizar que llorar es algo malo.  Tendemos a racionalizar todo y a quitarle importancia a las cosas, a lo que sucede, para que no nos duela. Nos DESCONECTAMOS de nosotros mismos y de estos sentimientos. O los tapamos, llenándonos de…. Compras, comidas, dulces, sexo…  para no sentir el dolor.
Es cierto que hay gente que le incomoda tener a su lado a alguien que lo está pasando mal. Pero eso es porque ellos mismos tienen problemas para reconocer y poder sostener este sentimiento.
Una persona sana no tiene este problema. Es verdad que no es agradable sentir dolor, sentirse triste. Pero nos hace humanos. Y nos conecta como personas. No haya nada que una más que dos personas que se encuentran cuando lo están pasando mal y encuentran un apoyo en el otro. Y apoyar no es hacerse cargo. No voy a solucionar tu vida, pero sí vas a saber que cuentas conmigo y que te acompañaré en este trance. Basta con estar ahí, con escuchar, un abrazo, una mirada o una palabra son suficientes.


Poder llorar alivia. Es terapéutico. Cuando no lo hacemos enfermamos. Nos ayuda a soltar tensión acumulada. Nos permite poder soltar y confiar en que no pasa nada porque me sienta así. Sólo cuando lloramos lo que nos duele, podemos vaciarnos para poder después volver a llenarnos con aquello que nos hace feliz. 

miércoles, 13 de agosto de 2014

Cuidando del niño interior

Muchas veces, cuando llegamos a la vida adulta, dejamos a un lado e incluso nos olvidamos del niño que fuimos. Las responsabilidades, las tareas, las obligaciones, las preocupaciones…. Hacen que estemos más pendientes de tareas externas.

Sin embargo, por más edad que tengamos, todos llevamos en nuestro interior a un niño.  Algunas personas tienen muy buena relación con él: le han integrado bien en su vida, conservando la alegría, el disfrute, y cuidando y respetando esta relación.

Otras personas, y muchas veces de forma inconsciente,  no le tratan bien. No es que se dirijan a él de forma explícita, sino más bien a sí mismas: atacando su parte de vulnerabilidad, sometiéndose a muchas tensiones, criticándose, desvalorizándose... Esto provoca estados de ansiedad, estrés, 
depresión, cansancio… ya que es una lucha continua con nosotros mismos, y no es otra cosa que una repetición de una pelea externa que debimos aprender en nuestra infancia, cuando personas que fueron especialmente significativas para nosotros hicieron eso mismo con nosotros: en lugar de cuidar y proteger, sembraron críticas, inseguridades, miedo, dolor…

De modo que hoy me gustaría que en esta ocasión, este artículo vaya dirigido más bien a un ejercicio práctico en el que aprender a restaurar una mejor relación con nosotros mismos, y especialmente, con ese niño  que fuimos y que necesita protección:



Cierra los ojos e imagínate que estás paseando  por un sendero tranquilo, muy bonito, en un ambiente relajado. Tómate unos minutos para observarlo: el sonido de los pájaros, el agua de un riachuelo que corre por allí cerca, el sonido del viento que mueve las hojas al pasar… Disfruta del color y del olor de las flores mientras paseas.

De pronto, divisas una pequeña figura a lo lejos. Según te vas acercando, ves que se trata de un niño/a. Te acercas,  y le observas. Ves cómo es, qué aspecto  tiene, la expresión de su cara… El niño te pide que te sientes a su lado. Quiere hablar contigo.  Te sientas junto a él y le preguntas en qué puedes ayudarle. Escucha  lo que este niño tiene que decirte: tal vez cómo se siente, alguna cosa que le preocupa… o tal vez aún no se atreva a hablar y se queda callado.

No obstante, te acercas a él y le indicas que no tiene de qué preocuparse, que tú estás ahí y te encargarás de hacer lo necesario para que se sienta bien.

Te mira, con expresión más relajada, y poco a poco se va despidiendo de ti. Vas volviendo por el mismo sendero, reflexionando acerca de esta experiencia, y de cómo ha sido tu encuentro con este niño.

Poco a poco, vas abriendo los ojos y buscas un papel y lápiz, para poder escribirle una carta a tu propio niño, a ese niño que fuiste y que no tuvo lo que necesitaba. Le escribes una carta desde tu parte adulta, indicándole todo lo que has aprendido en el camino, y todas aquellas cosas que te surjan: cómo te gustaría cuidarle, pedirle perdón si le has tratado mal, en qué le puedes ayudar para que ambos podáis vivir mejor.





  Lo ocurrió cuando eras niño es parte del pasado, y no se puede cambiar. Pero sí puedes cambiar cómo relacionarte ahora contigo mismo, y hacerte cargo de ti mismo cuidando también de esa parte de niño que todos tenemos.

lunes, 14 de abril de 2014

Emociones con mala fama

 Lo primero de todo me gustaría hacer un pequeño recorrido para poder ponernos en el contexto: saber cuáles son las emociones, su importancia, cómo reconocerlas y qué hacemos con ellas.
Las emociones son una parte básica del ser humano. Nos dan mucha información acerca del entorno y de nosotros mismos: gracias a ellas podemos saber si estamos en peligro y es mejor salir corriendo, expresar la pena y el dolor, compartir alegrías…


Hay emociones básicas, que se encuentran en todos las personas. Son innatas y fundamentales para nuestra supervivencia. Según el psicólogo Ekman son 6: miedo, ira, alegría, tristeza, sorpresa y asco.

  • Alegría: es el disfrute, da sensación de bienestar, de placer. Tiene que ver con la satisfacción: un éxito, una expresión de afecto, recibir cariño…
  • Ira : va desde la irritabilidad hasta una furia intensa. Los músculos se tensan, y se produce un aumento de las pulsaciones y la presión sanguínea.
  • Miedo: emoción que caracteriza un peligro, real o infundado, y que nos pone en estado de alerta para poder hacer frente a ese peligro.  Se caracteriza por una emoción intensa y desagradable.
  • Tristeza: expresa el dolor, se caracteriza por una sensación de desánimo, falta de apetito, desaliento…
  • Sorpresa: es un sobresalto producido por algo inesperado.
  • Asco: es una emoción desagrado, que nos produce aversión hacia algo.

 Por otro lado, hay también otras emociones que también podréis reconocer:
  • Envidia: es el dolor por no tener algo que otra persona tiene, o el deseo de poseerlo.
  • Vergüenza: estado de turbación, relacionada con el deshonor, la desgracia o la desaprobación.
  • Culpa: a menudo relacionada con la vergüenza. Es un sentimiento que se produce por el hecho de haber traspasado una norma éticas personales o sociales, especialmente si en el resultado hemos hecho daño a alguien.

De entre todas estas emociones que hemos nombrado, me gustaría recordar especialmente la importancia de aquellas que nos son “menos agradables”, no porque sean más importantes, todas tienen su función, sino porque la mayoría de la gente tiene muchas dificultades para integrar estas en su vida. Es importante para nuestra salud que aprendamos a aceptarlas como una parte de nosotros, que tienen un mensaje importante, y que hay que aprender a diferenciar que una cosa es lo que sentimos y otra es lo que hacemos: puedo sentir envidia de alguien, y no por ello ir a hacerle daño o a destruir aquello que tiene.

Comencemos:
El miedo nos advierte de peligros
  • El miedo: A menudo escuchamos frases del tipo “sé valiente”, “no hay que demostrar el miedo”… como si tuviésemos que vestirnos con una capa de “superman” o “superwoman” por el mundo y poder con todo. El miedo tiene una importancia vital: nos alerta ante posibles peligros. Lo que es perjudicial no es el miedo en sí, puede resultar en ocasiones bastante más peligroso no sentir miedo: ¿os imagináis a un niño que se asome al borde de un precipicio y que no sintiera miedo? Nos ayuda a ir con más cautela y a evaluar los riesgos. Otra cosa diferente es que yo no haga cosas importantes para mí por miedo, incapacitándome. En este caso, lo que se hace es, aceptando que tengo miedo, ir dando pequeños pasos que me vayan ayudando a hacer esas tareas y poco a poco me iré sintiendo más seguro.
  • La vergüenza: Muchas veces no nombrada. Y sin embargo todos la hemos sentido en determinadas ocasiones. Tiene que ver con un juicio que me hago yo de mí mismo, con los otros me vean, y yo darme cuenta de que me están viendo.  Todos tenemos a un juez interno que nos recuerda continuamente todo aquello que no nos gusta de nosotros mismos. El trabajo que hay que realizar aquí es aceptar que hacemos lo mejor que podemos con los elementos que tenemos en un momento dado. Y otro aspecto muy importante, que es el perdón, el ser capaz de perdonarnos a nosotros mismos por nuestros errores.  ¿Lo mejor en estos casos? Aprender a reírse de uno mismo. Esto es válido también cuando la vergüenza la sentimos por alguien cercano a nosotros.