Vivimos en una sociedad en la que continuamente
se vende el consumismo y el tratar de destacar, de tener lo mejor para ser más feliz. Sin embargo la realidad nos indica más bien lo contrario: el ayudar a otros nos hace más felices, algo que ya se sabía en la cultura popular y que se confirma también por numerosos estudiosos.
Aquellas personas que tratan de destacar, con el coche más
caro, la casa más grande, el más brillante de la fiesta… en el fondo se esconde
un vacío, una insatisfacción que se
trata de llenar con cosas materiales, que durante un tiempo puede llenar superficialmente
con el placer momentáneo que eso les aporta, pero que en seguida necesitarán de
otras porque perderán su valor, y porque en el fondo no se pueden llenar los
vacíos emocionales con cosas materiales.
No es de extrañar que una de las cosas que predican las
religiones sea justamente la de ayudar al prójimo. En el acto de ayudar, nos
salimos de nuestro propio egocentrismo, dejando el “yo” que tanto está en boga
a un lado, para poder ver el “tú”, “los otros”. Por eso muchas personas practican algún tipo de voluntariado, y otras, simplemente lo hacen en su día a día con las personas que les rodean. Ayudar a los demás es algo que nos ayuda a sentirnos bien, poder hacer sonreír
a otra persona, aliviar un poco su sufrimiento, compartir… nos ayuda a
sentirnos más cercanos y también más útiles con nosotros mismos, alimentando
nuestra autoestima.
En este hermoso cuento se refleja el valor que tiene
compartir, y de que la felicidad se multiplica cuando compartimos y cooperamos,
cuando comenzamos a ver y a valorar un nosotros, en lugar del “yo” contra el “tú”:
Un antropólogo
propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta llena de
frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero
ganaría todas las frutas. Cuando dio la señal para que corrieran, todos los
niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron juntos a
disfrutar del premio. Cuando él les preguntó por qué habían corrido así, si uno
solo podía ganar todas las frutas, le respondieron: UBUNTU, ¿cómo uno de
nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?
Ubuntu es un principio africano que nos recuerda el valor de
la empatía, la humildad, y la solidaridad. “Yo soy lo que soy en función de lo
que lo que somos”, una comunidad.