La adolescencia es probablemente una de las etapas más difíciles de la
vida. Y
no solamente para el adolescente, quien se encuentra en medio de mil cambios,
sino para toda la familia.
Para los padres, que tienen que aprender a dar libertad a sus
hijos. Hasta ahora lo habían sido todo para ellos, ahora se encuentran que para
sus hijos, ahora quien son
primordiales en su vida no son ellos, sino su grupo de amigos.
Hay padres que temen esto, más
por una necesidad de control que por un peligro real: querer saber siempre con
quién están, qué hacen, qué dicen… que va en confrontación directa con lo que
quiere el adolescente, que está buscando su propio espacio, y para poder
hacerlo necesita pelearse con sus padres.
Todas las normas, los límites, que hasta ahora habían valido y
mantenían cierta armonía familiar ya no valen. Es hora de hacer cambios. Los
adolescentes se rebelan con estas normas como una forma de buscar su propia identidad, su propia autonomía y como una forma de
ingresar en el mundo adulto al que están comenzando a acceder.
Para el adolescente esto es
aún más difícil. Están inmersos en numerosos cambios físicos, hormonales, emociones
muy cambiantes, sienten que nadie les comprende… y lo que antes le valía ya no. Ya no es un niño.
Pero tampoco es un adulto. No se encuentra ni en un punto ni el otro, y esto le genera
una inmensa confusión, que muchas veces, o bien provoca rebeldía, en un
esfuerzo de conseguir un sitio propio en el mundo; y en otras ocasiones, pasa
desapercibido porque el adolescente prefiere callarse, aislarse… para evitar
conflictos, aunque esto va en contra de su propia autonomía.
Como indicaba antes, el adolescente necesita sentir que
es capaz de ir consiguiendo cosas. Y esto se aplica también en la
negociación de tareas, normas y límites que hay en casa. Por eso, siempre se recomienda a los padres, que para evitar grandes discusiones en las
que nunca se ponen de acuerdo, a la hora de negociar, dejen un margen real para
poder negociar.
Por eso, por ejemplo, si queremos que nuestro hijo vuelva a las 12
de la noche a casa, es mejor decirle que a las 11h, para que él pueda negociar
y sentir que puede conseguir algo, así, si consigue que le deis permiso hasta
las 11.30 o las 12.00 se sentirá mucho mejor.
Por otra parte, si le decimos
de primeras el tope máximo que nos hemos puesto para negociar, en cuanto el
adolescente traspase ese tope (cosa que probablemente hará), muchas veces los padres entran en tal estado de angustia y enfado
que a la hora de hablar con su hijo ya no es capaz de hacerlo de una
forma sensata, y se entran en discusiones muy acaloradas, gritos, portazos…
Esto no quiere decir que no haya que reprender al adolescente cuando se salta
un límite, si no que si cuando él se lo salta, aún no
hemos entrado en nuestro umbral de angustia / enfado más alto, será mucho más
fácil hablar con él y reconducir la situación de una forma que no sea
desproporcionada. Por eso es importante que los padres vean y
reconozcan también sus propios límites, para poder ponerse un margen real de
comodidad para poder negociar y hacer cumplir las normas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario