“La
psiquiatría es la enemiga de la psicología” es una frase que aún a día de hoy
sigue estando presente en mucha gente, tanto en profesionales que se dedican a
la salud mental como en la gente de a pie.
Por este motivo en este artículo quería hacer un especial
hincapié en que estas dos disciplinas,
que se dedican a un motivo común, y el cual es la búsqueda de salud mental, no
pueden ni deben ser nunca incompatibles.
A lo largo de mi experiencia como psicóloga he escuchado en
repetidas ocasiones frases como: “es que los psiquiatras lo único que hacen es
medicar”, “lo único que hacen es dejar a la persona drogada”…. Y también otras
del tipo: “los psicólogos no valen para nada”, “todo es pura palabrería”….
Ambas posiciones me parecen peligrosas y creo que no
benefician a nadie. He visto y trabajado
en conjunto con psiquiatras muy buenos, en la búsqueda de un objetivo común:
que la persona mejore, que recupere su bienestar…. Así mismo también he visto y
trabajado con psiquiatras y psicólogos que más que centrarse en la salud de la
persona lo único que hacían era cubrir expediente y “hacer como si” estuvieran
trabajando. Como en todo, hay buenos y malos profesionales.
Muchas
personas vienen a consulta preguntando si deberían tomarse la medicación que
les ha recetado el psiquiatra, o si
pueden dejar de tomársela… Siempre mi posición en estos casos ha sido la misma: la medicación es algo que “puede ayudar
para aliviar el malestar”, y que si tiene dudas, contraindicaciones o
cualquier otra cosa lo mejor es consultarlo con el psiquiatra o el médico y ver
la posibilidad de ajustar la medicación a las necesidades de la persona.
Algunas personas enseguida recurren a la medicación en
cuanto sienten el más mínimo malestar. En estos casos sería bueno aprender a
tolerar un mínimo de ansiedad, de
frustración de dolor…. Así mismo, otras personas, pese a estar pasándolo
realmente mal, son muy reacias a tomar nada, pero también hay que aprender a
diferenciar si la necesito o no, o si estoy generando al negarme a tomar nada
más sufrimiento y malestar.
Hay enfermedades,
especialmente en casos como puede ser una depresión mayor, esquizofrenia….en que la medicación hace imprescindible,
ya que sin una ayuda farmacológica la persona no puede alcanzar un mínimo de
capacidades para poder afrontar las dificultades básicas de la vida (como por
ejemplo levantarse de la cama, comer, asearse…), y si no están médicamente
tratados podríamos hacer muy poco en un tratamiento psicoterapéutico. A la vez,
me parece importante resaltar, que la medicación por sí sola en
muchas ocasiones no es suficiente, al igual que hay veces la psicoterapia por sí sola
tampoco es suficiente, y que se deben
combinar las dos para lograr que la persona pueda recuperar las riendas de si
vida.
Está demostrado que
hay una parte de mejoría en los pacientes que toman medicación que no mejoran
por la medicación por sí sola, ya que en estudios que se han realizado a
aquellas personas que les dieron “placebo” (es decir, una pastilla que en
realidad no tenía ningún efecto) producían también un grado de mejoría
significativo. Lo cual viene
a recordarnos que para un número importante de personas, no es la medicación en
sí, sino la actitud de la persona y la confianza que deposita en que eso va a
funcionar.
Lo mismo ocurre con la psicoterapia. En realidad creo que no
importa mucho de qué corriente sea cada uno: puede ser psicoanalista,
conductista, Gestalt…. Siempre y cuando se pueda conseguir la confianza de la
persona y que colabore en su proceso de sanarse. Es fundamental que la persona pueda confiar en
que ese psicólogo que tiene enfrente le va a poder ayudar, y esa
responsabilidad, de ganarse su confianza, también le corresponde al
psicoterapeuta.
Cuando se trabaja conjuntamente, sabiendo que cualquier cosa
que beneficie a la salud de la persona es igualmente importante, en muchos
casos la persona cada vez va necesitando cada vez menos medicación.
La medicación ayuda a calmar el
malestar, la terapia ayuda a identificar de dónde proviene ese malestar y poder
cambiarlo para aprender a manejar nuestra vida de un modo más saludable.
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